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Pregón Judicial 76
ANTE LA PRETENDIDA UNIDAD DEL SINDICALISMO MUNDIAL
La unidad sindical como principio y con principios.
La unidad de clase como centralidad.
Frente al dominio mundial de las grandes corporaciones que imponen modelos y políticas que acentúan la desigualdad, la pobreza y el hambre, se requiere la UNIDAD de todos los sectores del movimiento obrero y de los trabajadores para enfrentar este orden de injusticia y alumbrar un nuevo tiempo para la humanidad.
La unidad es prioritaria e imprescindible para plasmar una nueva sociedad que encarne los valores de la igualdad, la justicia social, la libertad, la democracia, la solidaridad y la paz entre los pueblos.
Estos objetivos, que compartimos millones en el mundo, requieren no solo de la unidad y articulación de las organizaciones sindicales preexistentes, sino la construcción de nuevas institucionalidades que organicen y expresen a los vastos contingentes socioculturales excluidos por el depredador avance capitalista. No es esta, sin embargo, la “unidad” que se nos propone en la denominada Confederación Sindical Internacional (CSI).

CTA: el mandato del Congreso

El Congreso Nacional de CTA de abril de 2006 en Mar del Plata, dispuso la participación en un proceso de reorganización sindical mundial que nos permitiera conquistar esa unidad. Fue mandato de ese congreso “impulsar ese proceso de reorganización en total libertad y respeto a la pluralidad, y contribuir a desarrollar el perfil que consideramos debe tener el movimiento sindical internacional”.

Asimismo, fue mandato del congreso “aportar a forjar actores y acciones, sin exclusiones ni restricciones, que enfrenten el flagelo de la globalización neoliberal”.

Desde ese mandato se decidió concurrir al Congreso Mundial de Reunificación del sindicalismo que se había anunciado para fines de 2006.

Sin embargo, el Congreso unificador realizado en Viena el 3 de noviembre de 2006, y del que surgió la creación de la Confederación Sindical Internacional (CSI), no plasmó esos presupuestos y objetivos. Por el contrario, profundizó viejas divisiones del movimiento sindical, bajo el predominio de una concepción, tributaria de la vigente en la “guerra fría”, que consolida lo peor del movimiento obrero.

¿Qué es la CSI?

La CSI es resultante de la fusión de la Confederación de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) que expresa a grupos político-sindicales de la socialdemocracia europea y de los EEUU, y de la Central Mundial de Trabajadores (CMT), de orientación demócrata cristiana.

En ese congreso fue designado Secretario General de la CSI el británico Guy Ryder, ex funcionario de la OIT y Secretario General de la CIOSL antes de la fusión.

Se trata de una confluencia de diversas corrientes político- ideológicas con un denominador común: constituyen un sindicalismo de carácter conciliador, burocrático y participacionista, que trata de adecuar al movimiento obrero a las políticas neoliberales que imponen la globalización y que han confrontado permanentemente, con el sindicalismo autónomo y liberador.

La CSI no representa los principios de unidad del movimiento obrero, es decir la solidaridad, la paz, la igualdad, la democracia y la libertad. Es un frente de sectores que a partir de la política global de EEUU durante la guerra fría, se ha caracterizado por sembrar la división y la exclusión de importantísimos sectores del movimiento sindical del mundo; entre los que se cuentan algunos de los más altos ejemplos de combatividad, defensa de los intereses de los trabajadores, luchas contra dictaduras, intransigencia frente a las políticas neoliberales y solidaridad internacional.

Los excluidos

Es así como el Congreso fundador de la CSI excluyó entre otras entidades sindicales a la Confederación de Sindicatos Chinos (que representa 143 millones de trabajadores), la Central de Trabajadores de Vietnam, la Central de Corea del Norte, la Unión de Trabajadores de Venezuela, la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), dos Centrales de la India y a todas las organizaciones que integran la Federación Sindical Mundial. También quedaron afuera la CGT de Portugal, la Central General de Trabajadores de Perú, La Central Obrera de Bolivia, la mayoría de los sindicatos árabes, la Central Intersindical Gallega y el PIT-CNT de Uruguay.

No nos erigimos en jueces supremos de la dignidad sindical, ni de la auténtica representación de los trabajadores. Pero no somos ingenuos ni participamos de cualquier iniciativa que, invocando la unidad, pretende en verdad, transformarla en un corsé para la lucha contra las políticas y modelos globalizadores.

¿El movimiento obrero en el FMI?

En nuestro Congreso de Mar del Plata se afirmó: “Somos conscientes que la clase trabajadora y los movimientos populares de toda América Latina estamos inmersos en un profundo debate político y cultural, imprescindible para fortalecer la resistencia, pero también para asumir esta oportunidad histórica de hacer realidad el viejo sueño de quiénes lucharon y luchan por la liberación. Camino que no es otro que el que debemos construir como Pueblos Libres de Pobreza, del Hambre y la Explotación, es decir, ser definitivamente Pueblos Soberanos en nuestros territorios decidiendo como vivir donde vivimos”.

Afirmaciones que son antagónicas con el programa de la CSI aprobado en Viena, en el cual y entre otras cuestiones, se decidió promover la incorporación del movimiento sindical al FMI, al Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio, bajo la hipócrita consigna de “humanizar la globalización”.

Los instrumentos de un nuevo modelo social humanitario, solidario y pacífico, no son ni pueden ser los mismos que promueven el modelo contrario.

Esos organismos a los que la CSI quiere incorporarse, al igual que los Tratados de Libre Comercio, son la expresión más alta del principio de maximización de las ganancias, de la explotación y opresión de trabajadores y pueblos, de la depredación del planeta, sustentados en las estrategias y prácticas de las corporaciones transnacionales. Son los instrumentos de los programas de ajustes estructurales, de las presiones y coerciones que sirven a sus intereses como las sanciones económicas, los bloqueos, las desestabilizaciones institucionales y las guerras.

Doble discurso

Esa hipocresía del doble discurso de la CSI queda al desnudo cuando se invoca abstracta y enfáticamente la idea de humanizar, y se silencia toda condena a aquello que expresa nítidamente el sentido de la globalización capitalista que impulsan las corporaciones económico-financieras, representadas en algunos de los estados más poderosos de la tierra.

Esto es, por caso, las guerras de agresión a Irak y Afganistán, los bombardeos al Líbano, el bloqueo a Cuba, el intento de golpe a Chávez.

Tampoco la CSI identifica a esos estados y corporaciones como los responsables de las hambrunas, el daño ambiental, las migraciones masivas forzosas, la desocupación estructural, la explotación del trabajo infantil, la violación sistemática de los derechos humanos universales, entre otros “logros” de la globalización.

¿Por dónde pasa la unidad?

Es evidente, entonces, que la denominada nueva central no es expresión del sindicalismo organizado del mundo, sino un bloque que reúne corrientes sindicales contrarias a la unidad real de los que luchamos.

Y ello no es una casualidad. La discriminación tiene un sentido: la creación de un frente que garantice la hegemonía de los que pregonan la conciliación y la integración con el proceso globalizado. No sólo en coordinación con las corporaciones económico-financieras, sino en confrontación con los trabajadores que las enfrentan.

Como lo entendimos al retirarnos de la CGT y fundar la CTA, la unidad no pasa por subordinarse o aliarse a los sectores que no confrontan con un modelo social, político, jurídico y cultural reaccionario.

La unidad no consiste en integrar y permanecer en organizaciones burocráticas que transan con aquellos que hay que enfrentar y que impiden la expresión y representación democrática y genuina de los intereses de los trabajadores.

Por el contrario, se trata de la UNIDAD DE LOS QUE LUCHAN contra ese orden social e impulsan a la vez una alternativa superadora del modelo de explotación y exclusión imperante.

Como afirmamos: la unidad como principio y con principios.

Las exclusiones y discriminaciones que prevalecen en la CSI contrarían groseramente el mandato del Congreso de Mar del Plata y son antagónicas con la esencia de nuestra CTA.

Estamos con Cuba

La exclusión deliberada de la CTC de Cuba es una impronta reaccionaria que debemos resaltar.

Desde larga data en nuestras luchas gremiales y también desde la CTA, hemos mantenido una activa política de solidaridad con Cuba.

Condenamos el inhumano bloqueo impuesto por EEUU desde hace casi 50 años y apoyamos siempre la dignidad antiimperialista del pueblo y gobierno cubano, ejemplo para todos los pueblos que luchan por la liberación.

Es objetiva la coincidencia entre las pretensiones de EE. UU. de aislar, bloquear y asfixiar ese bastión liberado, con los argumentos de los líderes de la CSI para marginar a la CTC cubana.

Y esta es una cuestión que por su envergadura hace altamente contradictoria la participación de nuestra Central en la CSI.

Propuesta

Nuestro proyecto es construir un nuevo modelo sindical, antagónico y superador de las formas tradicionales, conciliadoras y burocráticas.

Un nuevo sindicalismo que reúna y organice unitariamente a los que luchan de manera autónoma de partidos, patrones y estados, por un orden social mundial en el que imperen los valores de la solidaridad, la igualdad, la democracia, la libertad, la justicia y la paz.

Este proyecto debe tener, urgentemente, una expresión internacional y regional.

Sumarse a la CSI sería obstaculizar y muy probablemente coartar ese camino.

Más aún que en el pasado, necesitamos coordinación y organización mundial de los trabajadores.

Es por ello que, al no concretarse con la CSI esas aspiraciones, debemos, en un mismo acto, por un lado ratificar nuestra autonomía respecto de esa Confederación, y por el otro, reafirmar nuestra decisión de convocar a una nueva iniciativa internacional que reúna las condiciones y objetivos resueltos en el Congreso marplatense de la CTA.

En tal sentido, debemos impulsar un amplio proceso de debates e intercambios en el propio seno de la CTA y a nivel regional en América Latina, así como intensas conversaciones bilaterales y multilaterales con movimientos sindicales de los más diversos puntos de nuestro planeta, que apunten a construir en plazos perentorios una red sólida de vínculos que potencien y otorguen dimensión internacional a una lucha que es, sin duda, internacional.

Y algo más. La articulación e integración que proponemos debe ser coherente con el propio carácter de la CTA.

Surgimos no sólo para diferenciarnos del sindicalismo corrupto, empresarial y entreguista de la CGT.

Nos fijamos como objetivo organizar a TODOS los trabajadores, más allá de su situación laboral y articulación con el estado.

Dimos cuenta del fragmentado mapa social que el neoliberalismo generó en nuestra patria y asumimos que la unidad de clase no se alcanza solamente fortaleciendo y construyendo nuevos sindicatos.

Y esta es la característica prevaleciente en América Latina, por lo que necesariamente también se debe construir una política de UNIDAD con los movimientos sociales, de jóvenes, de mujeres, de campesinos, con los pueblos originarios, ambientalistas, de defensa de los recursos naturales, en una región escenario de procesos político-sociales de alta confrontación con el imperialismo.

Nuestro compromiso es el de contribuir a potenciar la resistencia a la globalización y gestar un nuevo orden mundial, democrático, pacífico, igualitario, equitativo, que posibilite el desarrollo de modelos nacionales autónomos, justos, libres de la pobreza y la explotación, con pleno empleo, educación para todos, viviendas dignas, salud integral, recreación, protección de la niñez y la ancianidad, plenamente democráticos y auténticamente munidos de los derechos que garanticen la libertad individual y colectiva de sus integrantes.

Esta es la decisión que proponemos, y que debe consagrar el próximo congreso de la CTA.

Congresales Nacionales de la CTA -«Por la Unidad sin exclusiones»-

Centrales Sindicales de América Latina y el Caribe que están fuera de la unidad de la CSI

Millones de trabajadores, representados por importantísimas centrales de todos los continentes, han sido marginados de la CSI por decisión del bloque hegemónico de sindicalistas que -bajo la excusa de un supuesto “capitalismo humanizado”- pretenden un movimiento obrero que acepte y acompañe la globalización neoliberal en esta etapa del dominio imperialista. Estas son algunas de las centrales de América latina y el Caribe que no están participando del proceso de unidad:

Central Obrera Boliviana, Unión Sindical Obrera (Colombia), Central de Trabajadores de Costa Rica, Central General de Trabajadores (Costa Rica), Central Unitaria de Trabajadores (Costa Rica), Central de Trabajadores de Cuba, Confederación de Trabajadores del Ecuador, Central General de Trabajadores (Guadalupe), Guyana Agr.& Gral. Work, UGT (Cayenne), CGTH (Haití), Federación Unitaria de Trabajadores de Honduras, UAWU (Jamaica), Central Gral. De Trabajadores de Martinico, CUT (México), Central Nacional de Trabajadores (Panamá), Federación Sindical de Trabajadores (Panamá), Confederación Gral. De Trabajadores del Perú, Central Unitaria de Trabajadores (R. Dominicana), CPTU (Trinidad-Tobago), PIT-CNT (Uruguay) y UNETE (Venezuela).

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