La violencia laboral, ha sido una de mis preocupaciones sindicales e intelectuales de los últimos años. Fue allá por los años 1999/2000 cuando, alarmado por la multiplicidad y complejidad de los problemas laborales en el seno del Poder Judicial me decidí a actuar en cumplimiento de mi función de dirigente sindical.
Fue así que después de largos casi 10 años, habiendo efectuado tres publicaciones al respecto, innumerables jornadas de esclarecimiento, entrevistas con afectados, entre otras actividades, se fue perfilando una definición de violencia laboral que dice que es: el conjunto de conductas desplegadas por el responsable de un lugar de trabajo, que destruye por su repetición e impunidad la capacidad laboral y la integridad física y psíquica de los empleados de la misma, degradándolos como trabajadores y degradando a su vez el rendimiento del grupo en el cumplimiento de su tarea.
Si bien algunos aspectos de la definición son comunes a definiciones de otros autores, lo que incorpora de nuevo esta definición, es que este problema afecta no solo individualmente, sino el cumplimiento de la labor diaria, sea en el comercio, un taller, o la administración pública.
Avanzando en esta idea también caracterizo la V.L. como un problema estructural, porque, es crónico, se mantiene en el tiempo, y por lo tanto toma la forma de un proceso, abarca todos los niveles de la organización y a gran cantidad de gente dentro de ella.
Entonces la demanda de respuestas al problema, es cuantitativa y cualitativamente más urgente y compleja que la posibilidad misma de respuesta. Además es interdependiente, se encuentra relacionado con otros problemas de la organización formando un “sistema de problemas”.
Y también sostengo que es de naturaleza política, porque, es la única manera posible de instalar un sistema de relaciones laborales en el Poder Judicial, inspirada en la llamada reforma judicial (confr. Banco Mundial, Consenso de Washington, Junta Federal de Cortes). Llevado a otros sectores sociales es la flexibilización laboral.
Por lo tanto, la violencia laboral es consecuencia de decisiones tomadas en los niveles superiores de la organización, cuyas autoridades, identificadas con los presupuestos ideológicos de dicha reforma, disponen de toda la iniciativa al no existir ningún elemento que regule esa discrecionalidad, por ejemplo, ley de convenios colectivos de trabajo.
Hoy veo con satisfacción que esta idea de encarar el problema de la V.L. se está reproduciendo en ámbitos sindicales y afines, lo que me hace pensar que en su momento se plantó una semilla que estaría germinando.
Pero al mismo tiempo-y metáforas aparte- también veo con desconfianza algunas iniciativas al respecto que vienen del lado del empleador, que sí tratan el problema, pero reemplazando –no inocentemente- el concepto violencia laboral por el de stress o de conflicto de relaciones.
Son numerosas las actividades que despliegan los empleadores (jornadas, seminarios, entre otras) para hablar del tema, pero, a no ser ingenuos, lo hacen desde su perspectiva, desde su interés y para mejorar sus prácticas.
Y difunden dichas actividades intentando aparecer como preocupados por el problema, incluso en reuniones con la dirigencia sindical prometen toda clase de remedios para el problema, cuando en realidad intentan confundir.
Por eso debo llamar la atención de esta diferencia, el stress y los conflictos de relaciones existen, son problemas, y muy importantes, pero son cuestiones totalmente distintas, la violencia laboral es un comportamiento que tiene sus características propias y mezclar los conceptos, no deja de ser una actitud malintencionada de los empleadores de resignificar las ideas, y por ende también los hechos y diluir las responsabilidades.
Porque en el caso del stress y del conflicto de relaciones la responsabilidad en la producción de los hechos puede estar “repartida” entre empleador y dependiente, pero en el caso de la violencia laboral, la responsabilidad, por un motivo u otro, es del empleador.
En el terreno de los hechos, la última publicación de mi parte titulada “La violencia psicológica en el lugar de trabajo. Del problema a la estrategia” disponible en www.cefja.org.ar describe claramente el proceso de violencia laboral desde el primer incidente hasta su desenlace, define qué es un contexto favorecedor de la violencia, propone los cursos de acción considerados más eficaces para el conocimiento e intervención, entre otras cuestiones.
De manera, que las personas interesadas en esta problemática no tengan que recurrir a Internet a buscar conceptualizaciones y estrategias, que por muy autorizadas que sean no se ajustan a nuestra realidad.
Reitero que el origen del problema no está en las características psicológicas de tal o cual jefe, ni en el stress ni en los conflictos de relación, sino que es parte de una política de precarización laboral de neto corte neoliberal impartida desde los centros del poder mundial, aceptada y adoptada por las autoridades judiciales de todo el país.
Este es el centro de mi teoría sobre la violencia laboral, lo que me lleva a pensar que la lucha contra este problema excede lo sindical, lo político, para llegar al terreno de las ideas. Ahí también está la disputa.
Por lo expuesto, sería ingenuo considerar que los centros del poder mundial y sus adherentes en nuestro país beatíficamente van a replantear sus posturas frente al problema. Nosotros los trabajadores no estamos así “por que sí” sino porque hubo decisiones políticas que nos han llevado a esta situación y si no estamos peor, no es porque no lo deseen, es porque por un lado hay una penetración muy sutil de pautas reformistas y por otro la resistencia sindical.
De ahí que los objetivos que no se deben perder de vista en esta lucha, son: a) hacer visible lo invisible, b) socializar lo individual, c) convertir los problemas en estrategias y organización.
No hay lugar para vacilaciones por parte de las organizaciones sindicales-las hay- la problemática de la violencia laboral tiene una vigencia innegable, aparece sentida por los trabajadores, en cuanta jornada de tarea sindical se organice. El hecho de que nuestro oponente también despliegue actividades al respecto y discutan el tema, como quedó dicho, no es una preocupación por solucionar el problema sino por amortiguar el impacto de las pocas actividades sindicales que se efectúan al respecto y de perfeccionarse y asesorarse de cómo consolidar más y mejor, la política de disciplinamiento.
De ahí que se deben implementar estrategias contundentes, leer los trabajos generados por el mismo abordaje del problema, formarse y no competir entre dirigentes a ver quién hace “la mejor” jornada sobre V.L., analizar esta problemática en asambleas, reuniones de delegados y todos los espacios posibles, adaptando las estructuras gremiales a tal efecto.
[i] Licenciado en Trabajo Social. Dirigente de la Federación Judicial Argentina.